9 ene 2010

1º DE MAYO

1º DE MAYO: ¿DÍA DEL TRABAJO O DÍA DEL TRABAJADOR?
“Homenaje a las luchas del proletariado”

-I-

LA ESCENA INTERNACIONAL

La Federación Americana del Trabajo acordó, en convención, que el 1º de Mayo de 1886 se efectuara una gran manifestación por las 8 horas.


Con el crecimiento de la clase obrera, la burguesía yanqui constituyó una organización para-policial que contaba con fuerzas de caballería, infantería y artillería. Esta era en 1880 una muestra del fascismo norteamericano que rompía huelgas, asesinaba dirigentes sindicales, infiltraba agentes provocadores, producían actos de violencia para desacreditar a la clase obrera.


Dentro del movimiento obrero se hallaban socialistas y anarquistas. Es así que en abril de 1886 se realizaron manifestaciones preparatorias del 1º de mayo inminente se celebraron en diversas ciudades. Era una amenaza “comunista” decía la prensa burguesa, el New York Times calificó de antiamericano al movimiento obrero y aseguró que “las perturbaciones laborales son introducidas por extranjeros”.


La prensa yanqui decía que constituían “comunismo espeluznante y rampante” y que la jornada de 8 horas conduciría a “la holgazanería, el juego, el libertinaje y el alcoholismo”.


El 1º de mayo en Chicago 80 mil trabajadores se declararon en huelga exigiendo la jornada de 8 horas. En todo Norteamérica 390 000 se habían manifestado en marchas. Uno de los más resaltantes dirigentes obreros era Parsons y junto a él el anarquista Spies, el socialista Samuel Fielden, Fischer, Engels, Lingg, Neebé y Miguel Schwabb.


En la plaza Haymarket se hallaban unas 15 mil personas y los oradores eran Spies, Parsons y Fielden. Cuando culminaba su intervención Fielden, empezó una lluvia torrencial que dispersó a los asistentes. Sólo quedaron unas 500 personas en la plaza. De pronto, desde una calle se levantó hacia el espacio un objeto llameante. Era una bomba que hizo explosión en las filas de la policía. Los policías dispararon a diestra y siniestra contra los asistentes.


Los dirigentes obreros fueron llevados a juicio, al cual concurrieron testigos pagados y otros torturados. El jurado elegido estuvo conformado por empresarios y sus escribientes. Uno de los cargos aseguraba que los acusados formaban parte de una conjura para derribar al gobierno de los estados Unidos y que la bomba de Haymarket era la señal para el asalto general. En todo Norteamérica se inició una cacería de dirigentes obreros.


Lucy, la pareja de Parsons, emprendió una campaña por la libertad de los líderes obreros. Acompañada de sus dos hijos recorrió 16 Estados de la Unión, pronunció discursos, reunió dinero, escribió a las organizaciones obreras, fue apresada, injuriada, impedida de hablar. Todo por “salvar la vida de siete hombres inocentes, uno de los cuales me es más querido que la vida misma”.


Las autoridades no prestaron oídos a nada. La Corte Suprema rehusó revisar el caso. Los parlamentarios no prestaron el menor interés a un acuerdo de la Cámara de Diputados de Francia en pro de la clemencia.


Un día antes del 11 de noviembre Parsons escribía a su mujer una carta que decía: “Mi pobre, querida esposa… Te dejo en herencia al pueblo, mujer del pueblo. Tengo que formularte un ruego; no cometas ninguna imprudencia cuando me haya marchado. Abraza en cambio la gran causa del socialismo, por la cual doy la vida”.


Spies, Parsons, Fischer, Engels y Lingg fueron condenados a muerte. Los cuatro primeros fueron llevados a la horca el 11 de noviembre y Lingg se suicidó en la prisión mordiendo un cartucho de dinamita. Fue rebelde al extremo, no permitió que sus verdugos saciaran sus venganzas. Schwabb, Neebé y Fielden fueron condenados a cadena perpetua.


Seis años después de la ejecución, John Altgeld, Juez del Estado de Illinois, iba a proclamar la inocencia de los Mártires de Chicago. “Los documentos que tengo ante mí demuestran que fue un proceso injusto y no me queda más que declarar la inocentes a los procesados y ordenar la libertad de Samuel Fielden, Oscar Neebé y Miguel Schwabb. Chicago 26 de junio de 1893”.


La II Internacional planteó que el Primero de Mayo fuera el Día Internacional de los Trabajadores en 1889.

-II-

LOS INICIOS EN EL PERÚ

En el Perú en 1896 en la fábrica de Vitarte fue el primer gran conflicto industrial. Las huelgas de los portuarios se sucedieron con gran frecuencia, la de 1904 en el Callao se prolongó veinte días, ocasionando la muerte del obrero Florencio Aliaga.


En 1904, la Federación de Obreros Panaderos “Estrella del Perú” rompió con la Federación Artesana y se convirtió en el eje centralizador de las luchas obreras urbanas. El 1º de mayo de 1905, la Federación organizó un solemne acto para celebrar la jornada internacional de los trabajadores. Allí se acordó iniciar una lucha común para conseguir la jornada de 8 horas.


Los principales dirigentes adoptaron las ideas anarquistas, difundidas por Gonzales Prada, propulsor del pensamiento revolucionario y uno de los primeros intelectuales en relacionarse con los obreros. Los líderes anarquistas fueron los panaderos Manuel Caracciolo Lévano y su hijo Delfín, el obrero textil Luis Felipe Grillo y otros.


En 1911, en solidaridad con los obreros textiles de Vitarte que habrían sido objeto de una brutal represión, las organizaciones obreras de Lima organizaron un paro que contó un gran apoyo popular. Fue el primer paro general.


En 1918 se constituyó la Federación Obrera Local de Lima, que agrupaba a textiles, panaderos, gráficos, ferrocarrileros, zapateros, sastres, picapedreros, jornaleros del Callao, trabajadores marítimos y otros. Esta centralización sindical permitió al movimiento obrero actuar con mayor cohesión. Después del Congreso, los obreros textiles de Vitarte iniciaron una huelga por la conquista de las 8 horas, desencadenando una movilización generalizada del proletariado de la capital. La represión se hizo dura. El periódico de oposición al gobierno de Pardo, El Tiempo, donde escribía José Carlos Mariátegui, y que se había manifestado a favor de los obreros, fue clausurado. Las manifestaciones eran disueltas a sablazos. El Gobierno de turno suspendió las garantías individuales (ahora llamado estado de emergencia), ordenó un ataque armado contra Vitarte y la captura de numerosos dirigentes. La Federación Obrera lanzó la consigna de paro general, adoptaron la medida la Federación de Artesanos, la Federación de Estudiantes del Perú y otras organizaciones. Se constituyó un Comité Central Ejecutivo del Paro General. El paro fue realizado los días 13, 14 y 15 de enero de 1919.


El paro obligó al Gobierno a negociar. Se constituyó una Comisión Obrera, acompañada por dirigentes estudiantiles, entre los cuales se encontraba Víctor R. Haya de la Torre, que entabló conversaciones con el Ministro de Fomento. La solución conciliadora planteada por los dirigentes estudiantiles fue rechazada por los obreros. Haya planteaba 8 horas pero con obligación de trabajar UNA hora más con salario extra, en la práctica planteaba la obligación de trabajar 9 horas con un leve aumento salarial. El presidente Pardo acabó por ceder y emitió el decreto reconociendo la jornada de 8 horas, el 15 de enero. Esta importante conquista marca un amplio movimiento de organización y lucha, en el que el proletariado constituyó una fuerza social, con conciencia y capacidad de dirección frente a las demás clases sociales.


Luego vino la lucha por el abaratamiento de las subsistencias. La policía reprimió violentamente las manifestaciones, apresó a la mayoría dirigentes y deportó a varios de ellos. La quiebra del movimiento pro-abaratamiento representó un duro golpe al movimiento obrero. El anarco-sindicalismo con la prédica de la acción directa y rechazo a la política en el movimiento obrero empezó a ser cuestionada activamente.


En 1921 la Federación Obrera Regional convocó a un 1º Congreso Obrero, en el que se dio un importante debate si los trabajadores debían intervenir en política. Las posiciones anarquistas que controlaban en Congreso fueron cuestionadas duramente por los numerosos participantes. En 1922 se constituyó una nueva Federación Obrera Local de Lima, aquí se agudizó la polémica entre los anarquistas y los socialistas, al mismo tiempo que se desarrollaba la línea de “frente único” que propiciaba J.C. Mariátegui. Los anarquistas se separaron intentando reorganizarse aparte, pero sin éxito. El anarquismo como ideología del movimiento obrero estaba desplazado. En 1927 por iniciativa de la Federación Textil y de la Federación Obrera Local de Lima se efectuó el 2º Congreso Obrero donde se perfilaron dos tendencias: la primera, en una línea del sindicalismo clasista, orientada hacia posiciones socialistas; la segunda, anti-socialista, proponía la “unidad proletaria” al margen de toda ideología y política, ésta impulsaba el “sindicalismo puro”, centrado en reivindicaciones inmediatas, era encabezado por el dirigente textil Arturo Sabroso, que posteriormente se ligó al APRA.


El frente único y la línea sindical clasista fomentada por Mariátegui en el movimiento obrero permitieron la centralización a nivel nacional bajo la Confederación General de Trabajadores del Perú CGTP, el 17 de mayo de 1929. Sus principales bases fueron la Federación Textil, la Federación de Choferes, la Federación Gráfica, la Federación de Motoristas y Conductores, la Unificación de Cerveceros Backus y Johnson, la Federación de Tripulantes del Callao, la Sociedad de Estibadores del Callao y la Federación de Yanaconas. La CGTP se afilió a la CONFEDERACIÓN LATINOAMERICANA, rama de la Internacional Sindical Roja ligada a la III Internacional.


La CGTP encontró resistencia por parte de ciertos anarco-sindicalistas (como los panaderos); otros se volvieron apristas (como los textiles), quienes intentaron formar una central propia, con las ilusiones de dividir al movimiento obrero, sin poder concretarlo en esos años.

-III-

LA CRISIS ACTUAL DEL MOVIMIENTO PROLETARIO EN PERU

Vivimos la etapa del Imperialismo donde las transnacionales ejercen su dictadura a través de varios instrumentos a nivel internacional.


En ese contexto, el movimiento sindical en la década fujimorista sufrió una arremetida a través de un paquete de leyes anti-laborales llamadas “reformas estructurales” y de desarticulación a la organización sindical. Estamos en una etapa en la que campea la desregulación laboral, el estancamiento de los salarios, la sobreexplotación y precarización del trabajo, la desocupación y el trabajo por cuenta propia de manera de subsistencia. A esto debe sumarse la campaña ideológica y mediática de los medios de comunicación contra el movimiento sindical, con el fin de desideologizar al trabajador y alienarlo para mantenerlo adormecido y explotarlo fácilmente. Y desde el interior del movimiento sindical reina el burocratismo en las cúpulas de las grandes centrales como la CGTP y en otras el fraccionalismo dirigido por el trotskismo y el aprismo. Al interior de las dirigencias campea el sindicalismo amarillo o el colaboracionismo de clase, lo cual ha sido un factor interno por el cual muchos de los jóvenes trabajadores - en su mayoría- están alejados todavía del sindicalismo. Muchos de ellos han olvidado o simplemente desconocen como se consiguió la jornada de las 8 horas. Cada primero de mayo en vez de salir a luchar por el cumplimiento de este derecho, conquistado con sangre y sudor, lo pasan bebiendo unas cervezas con sus compañeros de labor disque para celebrar el día del trabajo tan cacareado por la prensa burguesa.


Hay que combatir a los tres males del sindicalismo: el reformismo, el trotskismo y el aventurerismo.


El reformismo ligado al colaboracionismo de clase, al financiamiento de las ONG´s y a la consigna que hay que luchar sin sobrepasarse, sin tocar la propiedad de los grandes capitalistas. Sus características a nivel organizativo son el oportunismo, el burocratismo y el autoritarismo. El reformismo acusa a los clasistas de ser “muy revolucionarios”, pregonan la convivencia pacífica y exhiben corrupción por doquier. Pues, dicen hay que acomodarse a los nuevos tiempos, al periodo de la globalización. Estos dirigentes olvidan que la autoridad es un hecho moral y no una jerarquía escrita. En la otra acera encontramos a los “marxistas legales” que a través de las elecciones burguesas creen que cambiarán las estructuras del sistema. Han desertado así al campo del oportunismo y del cretinismo parlamentarista, han reducido su labor a simples reformas graduales con un verbo seudo revolucionario.


El trotskismo en sus diversas variantes, hay quienes dicen que la clase obrera a mutado, ha desaparecido – como dice Ernest Mandel, líder trotskista de la IV Internacional- y debemos organizar prioritariamente a las “clases medias” en auxilio del proletariado y luchar disque contra el “burocratismo estalinista”; mientras otros afirman que sólo la huelga general del proletariado transformará las estructuras del país sin la necesidad de alianzas con otras clases o capas sociales. Ambas aristas con concepciones erradas, propias del pequeño burgués oportunista; pretenden hacernos creer que las nuevas características del desarrollo tecnológico han aniquilado a la clase obrera. Lo que ha hecho ese avance tecnológico es exigir nuevas disciplinas y conocimientos para el uso de las nuevas maquinarias, pero quien sigue - aún – manejándola para producir riqueza es el proletariado con nuevas características, ya no es el mismo del siglo XIX. Ese postulado que sólo la huelga cambiará todo el sistema es recogida del anarco-sindicalismo de antaño, niegan en la práctica la participación política del proletariado hacia la conquista del poder.


El aventurerismo en sus diversas variantes como el foquismo, el maoísmo y otros lanzan su consigna que es el momento de la insurgencia popular o que debe proseguir la “guerra popular”, so pretexto de luchar contra el revisionismo. Se cuelgan de las mangas del saco de J.C. Mariátegui. Acusan a los clasistas de ser “poco revolucionarios”, su espíritu pequeño burgués los mantiene alejados del movimiento sindical. Quieren hacer el cambio social sin el proletariado, no les interesa organizarlo ni concientizarlo, no forma parte en la práctica de sus proyectos políticos.


Admitir que existe una crisis en el movimiento sindical nos obliga repensar desde cuándo se arrastra esas deficiencias y desviaciones ideológicas, organizativas y políticas del sindicalismo. Es imperioso examinar las causas y avizorar los caminos para salir de esa crisis.


En estos momentos en el que la crisis internacional del sistema capitalista golpea directamente a los trabajadores es el momento de quitarle ese velo de hermosura que pintan los burgueses y sus lacayos. Se hace necesaria una organización política que reorganice y oriente a los trabajadores por la línea de clase, abandonando las posturas revisionistas y aventureras. Es tarea de los socialistas de hecho organizar y concientizar a la clase que dirigirá la transformación de fondo, estar junto a su lucha de diversas formas. Implementando nuevos métodos de llegada a los jóvenes trabajadores sin perder los lineamientos y principios del sindicalismo de clase.


Luchar por el cumplimiento real de la jornada laboral, por la estabilidad y demás beneficios para los trabajadores es en la práctica otorgarle un tiempo al vecino, al joven, a la mujer y al niño para que se organice, para que se eduque, para que participe en su espacio, en general, es plasmar las condiciones reales para reorganizar a todo el movimiento popular – en especial a los trabajadores- hacia la conquista del poder.


« Los “economistas” y los terroristas rinden culto a la espontaneidad del “movimiento puramente obrero”, los terroristas, a la espontaneidad de la indignación más ardiente de los intelectuales, que no saben o no tienen la posibilidad de vincular la labor revolucionaria al movimiento obrero para formar un todo. Quienes hayan perdido la fe en esta posibilidad, o jamás hayan tenido, difícilmente encontrarán, en efecto, otra manera de manifestar su sentimiento de indignación y su energía revolucionaria que no sea el terrorismo (…).


La experiencia revolucionaria y la habilidad de organización son cosas que se adquieren con el tiempo. ¡Lo que hace falta es querer formar en uno mismo las cualidades necesarias! ¡Lo que hace falta es tener conciencia de los defectos, cosa que en la labor revolucionaria equivale a más de la mitad de su corrección! (…).


Tampoco las masas aprenderán jamás a desplegar la lucha política mientras no ayudemos a formarse a los dirigentes de esta lucha, procedentes tanto de los obreros cultos como de los intelectuales; y estos dirigentes pueden formarse exclusivamente enjuiciando de modo sistemático y cotidiano todos los aspectos de nuestra vida política, (…).»(1).



Lima, 01 de mayo de 2009
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(1) ¿Qué hacer?, Lenin






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