LA MUJER
“Yo he repartido papeletas clandestinas,
Gritando: ¡Viva la libertad!, en plena calle
Desafiando a los guardias armados.
Yo participé en la rebelión de abril:
Pero palidezco cuando paso por tu casa
Y tu sola mirada me hace temblar”
Ernesto Cardenal
En los albores de la humanidad la descendencia sólo se podía establecer por la línea materna, y por consiguiente, sólo se reconocía la línea femenina. El reconocimiento exclusivo de la filiación maternal y las relaciones de herencia conllevaban al establecimiento del “derecho materno”.
La economía doméstica comunitaria, donde la mayoría, si no la totalidad de las mujeres eran de una misma gens, mientras que los hombres pertenecían a otras distintas, era la base efectiva de aquella preponderancia de las mujeres.
Las riquezas, a medida que iban en aumento daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él la idea de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido.
Es así que se inicia el derrocamiento del “derecho materno” y la implantación del “derecho paterno”, con ello va a darse la producción individual y la propiedad individual, y con ella nace la propiedad privada que consolida el derecho de herencia.
La mujer se vio degradada, convertida en servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción; y que posteriormente, ha sido de manera gradual retocada, disimulada y hasta revestida de formas más suaves; pero no abolida.
Ya la filosofía del s. XVIII consideraba que en el origen de la sociedad, la mujer fue la esclava del hombre. Desde el estadio salvaje hasta el estadio superior de la barbarie la mujer no sólo era libre, sino que era el eje de la economía y la familia.
El capitalismo al consolidarse no hizo más que arrancar el velo sentimentalista de las relaciones humanas y las redujo a simples relaciones económicas. Al modernizar incesantemente los instrumentos de producción, demanda insertar fuerza de trabajo en el mercado. Hace participar a la mujer en la producción como un instrumento de generación de riqueza. El capital la considera tal igual como al hombre: un instrumento de producción, al cual compra su fuerza y la explota.
Además de ello ha “cosificado” a la mujer, es para el capital un objeto de propaganda y comercio; ha construido una industria de la moda, la belleza y el sexo.
“Queremos ver las reinas del mañana con bikini toda la semana
Debe tener carita de muñeca, desde niña hacer dieta
Para cuidar su silueta,
Debe tener desplante al hablar.
Eligiendo una reina joven, linda y coqueta.
Al ganar será sensación de las revistas y la televisión
Pieza clave de los estelares
Se creerá toda una artista.
Que importa el libido
Que todos piensen que eres tonta con tu belleza
Con tu belleza les vas a demostrar que sólo la imagen sirve para triunfar,
Podremos ver un par de buenas tetas promocionando productos de belleza,
En el futuro será animadora….
Ojalá que a vieja llegue seductora,
A los 40 se hará cirugía.
Ella es nuestra hembrita para toda nuestra vida.
No hagas caso de todo lo que te digan
Son sólo envidiosos que no miran con los ojos,
Ellos no ven bien tu pelo, tu cintura, tus piernas,
Tu linda figura, digna de una reina de tu gran altura;
Cuando dejes de ser potona, deja tu trono libre para otra.”
El feminismo revolucionario es renovador, reclama igualdad y liberta, es éste quien consiguió que las mujeres tengan acceso al sufragio, a la educación superior, participen en el Estado y en la vanguardia política. En cambio, el feminismo conservador glorifica el orden establecido, se opone sutilmente al cambio; es el que apoya a la construcción de la “industria femenina” y a la cosificación de la mujer.
El feminismo revolucionario considera a la mujer algo más que una madre y que una hembra, dignifica el rol de la mujer, la sacude de los mitos religiosos y de los refinamientos capitalistas que la han convertido en un mamífero suntuoso.
El sistema actual le otorga a la mujer una libertad formal, porque aún lleva puesta la grilleta de la religión la mujer al arrodillarse en un templo, no hace más que adorar su ignorancia. Se yergue contra sus redentores, la víctima bendice el arma y combate a favor del victimario. Ella no transige con el libertario y rechaza como enemigo al renovador que viene a salvarla del oprobio.
La familia se emancipará de la religión, sólo cuando la mujer se libere de esa engañadora música celestial que adormece su cerebro y su rebeldía.
Las mujeres tienen una doble tarea: liberarse de las cadenas del oprobio y liberar a la nueva sociedad que llevan en sus vientres.
------- Ni colorin ni colorado la lucha y el conocimiento no se a acabado -------
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